En la primera biografía gráfica realizada sobre Francisco Umbral, Lorenzo Montatore retrata los pilares del pensamiento y los momentos clave de la vida del escritor valiéndose de fragmentos de sus obras, artículos de prensa y entrevistas: desde las pinceladas sobre su infancia y el Umbral sencillo y casero hasta el dandy que asegura que el mundo no se merece la verdad y se codea con la sociedad del momento en su amado Madrid. Su relación con los libros y la literatura, sus admirados Valle-Inclán y Gómez de la Serna, su íntimo amigo Delibes. Con una pizca de humor, vemos desde su pique con Pérez-Reverte a la muñeca de Tamaño natural de Berlanga, pasando por un concierto de los Ramones y por supuesto por el Yo he venido a hablar de mi libro de la célebre anécdota televisiva. Como decía el mismísimo Umbral, a los retratos tiene uno la obligación de parecerse, y no el pintor de sacar el parecido .
A Lola le encanta descubrir nuevos lugares imaginarios, y Blu siempre está entusiasmado por compartir sus aventuras. En poco tiempo, una simple caja se convierte en una máquina del tiempo, una nave espacial o incluso un submarino ... íhasta que sus padres intervienen y los devuelven a la cruda realidad!
Centramina sufre el bloqueo del escritor, el temita de la página en blanco, un asunto espantoso que sólo presenta un arreglo: bajarse a la noche. Con el invertebrado Optalidón como escudero, nuestra protagonista emprenderá un viaje psíquico en busca de la palabra cegadora. Juntos vivirán una lujuriosa aventura de barrio en la que se dejarán empapar por los caldos de la existencia y le plantarán cara al destino, que por su parte se presentará inoportuno o premeditado, puntual o diferido, benévolo o puede que infame. El diagnóstico, en cualquier caso, será siempre la vida misma. El bicarbonato para mitigarla, el presente inmediato. El ahora. El ya. Una movida considerable.
Viti, invadido de droga, vestido de brujo culpable, de violeta y vicio, con el cabello incendiado, no tiene boca porque solo necesita un ojo para comulgar en el sagrario del cuarto de baño. Surge en la noche arrastrado por las corrientes rubias, poseído por el delirio amarillo, patético en su patetismo, se detiene un momento a observar las estrellas que inventan líquidos y recuerdos. Una sola gota nubló su juventud, y ahí sigue esperando a sus amigos, que ya se fueron para siempre sin despedirse. “Una última fiesta” se dice sabiendo que será mentira, y recorre otra vez la elipsis del pasillo que lleva al servicio, su palacio oscuro y sucio, para alumbrarlo de llanto.